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Filtros HEPA: nacidos de una necesidad

Muchas de nuestras tecnologías tienen sus orígenes en la guerra. No es algo muy agradable de decir, pero esa una realidad: la guerra, a menudo, saca a relucir lo peor de la humanidad, pero también lo mejor, y es muy frecuente que la creatividad humana sea empleada para resolver problemas complicados. Solo tenemos que mirar a los ordenadores que usamos todos los días: desde los sistemas de escritorio hasta los móviles inteligentes que llevamos en el bolsillo, pasando por el internet que conecta a unos con otros, son el producto de la necesidad en tiempos de guerra.

Los filtros HEPA no son diferentes. Sus orígenes se encuentran en los inicios de la década de 1940, como un producto secundario del Proyecto Manhattan, el programa secreto en el que se desarrollaron las primeras armas atómicas. Trabajar con materiales radiactivos es peligroso, tanto para las personas involucradas directamente como para quienes les rodean, pues se generan desechos que producen finas partículas de polvo radiactivo, así como escombros que contaminan el aire de los espacios interiores.

Por esta razón, a los científicos e ingenieros del Cuerpo Químico del Ejercito de los EE. UU se les encomendó diseñar un filtro que fuera lo suficientemente eficaz para eliminar el polvo tóxico y las partículas radiactivas resultantes del desarrollo de las bombas. Fue una tarea complicada, y la primera de su tipo, pues antes de los años 40 nadie tenía experiencia en el filtrado de material radiactivo. Las bombas atómicas eran una novedad por aquellos años, y los científicos solo tenían algunas ideas muy vagas sobre como llevar a cabo el proceso de limpieza del aire en los espacios de trabajo contaminados de radiación. Tuvieron que estudiar las tecnologías existentes para encontrar pistas que pudieran serles útiles en el desarrollo de la encomienda.

Como parte de su investigación, los científicos tomaron y desarmaron algunas máscaras de respiración como las que los soldados estadounidenses utilizaban durante los ataques con gas. Descubrieron que los filtros estaban hechos de una mezcla especial de asbestos y fibras de celulosa, una combinación que era capaz de filtrar la mayoría de las toxinas liberadas durante combates químicos. Eran lo suficientemente efectivos para mantener a los soldados seguros y en buenas condiciones de combate. Los científicos cayeron en cuenta que la mejor manera de proceder sería por medio de modificaciones a este diseño, modificaciones que resultarían en un sistema de filtrado robusto y efectivo con cual proteger a los técnicos del Proyecto Manhattan.

Un nuevo diseño de filtros HEPA

La idea fue brillante, pero aún faltaba desarrollarla y ponerla en práctica, y el tiempo comenzaba a terminarse. Muchos fueron los hombres y las mujeres de genio que fueron empleados en ambos frentes durante la guerra, por lo que había demasiado talento disponible al cual pedirle consejo. Uno de los expertos consultados por el Cuerpo Químico del ejercito fue Irvin Langmuir, un químico y físico ganador en 1932 del Premio Noble en química, un hombre que ya antes había colaborado con el ejercito y desempeñado un papel importante en los esfuerzos de los Aliados. Entre sus contribuciones estaban una mejora considerable en la tecnología de sonar para la detección de submarinos, por lo que fue la persona ideal para ayudar en el desarrollo de los nuevos filtros.

Langmuir tenía mucha experiencia previa con la teoría atómica, y estaba seguro que las partículas radiactivas podrían ser capturadas por un filtro especial, pero había un detalle a tener en cuenta. Para lograrlo, sería necesario desarrollar filtros que pudieran capturar partículas de tamaños demasiado pequeños; tan solo 0.3 micras, que es un tamaño tan minúsculo que se necesita de un microscopio especial para poder visualizarlo. Para ponerlo en perspectiva, lo más pequeño que el ojo humano puede ver se encuentra en el rango de 0.1 milímetros. La elección de Langmuir no fue un capricho. Según sus mejores estimaciones, una partícula de 0.3 micras es lo suficientemente pequeña para ser altamente penetrante. Los científicos del Cuerpo Químico del ejercito se tomaron sus palabras muy en serio.

Gracias a la experiencia de Langmuir, pronto se desarrollaron y emplearon los nuevos filtros. Sin embargo, no eran como los conocemos hoy. Comparados con los filtros HEPA de hoy, eran grandes y muy aparatosos. De hecho, ni siquiera eran conocidos por el nombre que tienen hoy, que les fue dado años después cuando la tecnología fue desclasificada y hecha pública. En un principio, se les llamaba filtros absolutos, debido a su eficiencia en los entornos hostiles en los que fueron empleados.

¿Qué ocurrió después de la guerra?

Una vez concluido el conflicto, la nueva tecnología de filtrado fue puesta a disposición del público. Pronto, las industrias médica y farmacéutica la incorporaron en sus operaciones, y no mucho tiempo después también fue utilizada en los espacios residenciales y comerciales para obtener aire en interiores libre de contaminación. Debido a que ninguno de estos espacios tiene que lidiar con materiales radiactivos, la tecnología fue desarrollada aún más para así tratar con otro tipo de contaminantes como el moho, el polen, las partículas PM 2.5 y el dióxido de nitrógeno (NO2).

En la actualidad, los filtros HEPA han visto mejoras que el diseño original no tenía contempladas, introduciendo así procesos que complementan el proceso de filtrado. Por ejemplo, las luces UV-GI, que degradan las bacterias y los virus. El ionizado, que genera iones de gas con los que las partículas contaminantes se adhieren a una placa para después ser desechados. También el carbono activado, que transforma a las moléculas de un estado gaseoso a uno sólido, lo que ayuda a controlar los malos olores.

Hoy, los filtros HEPA pueden encontrarse en algunas de las industrias más exigentes debido al estándar tan alto que representan. Para ser un filtro HEPA, es necesario filtrar el 99.97% de todas las partículas tóxicas, patógenos y virus en el ambiente, algo muy preciado en estos días después de la mala experiencia por la que todos tuvimos que pasar durante la pandemia COVID.

Filtros HEPA AIR8

Purificadores de aire

En AIR8 creemos en la importancia de vivir y trabajar en una espacio seguro. Todos nuestros productos utilizan tecnología HEPA-13 de grado-médico, además de incorporar los procesos de pre-filtrado y filtración que ya hemos mencionado unas líneas más arriba. Esto hace de ellos el producto perfecto para mantener el aire de tu oficina limpio y fresco, además de cuidar así de la salud y buenos ánimos de tus empleados.

Nuestros filtros no solo te protegen contra las concentraciones en interiores de dióxido de nitrógeno (NO2) y partículas PM 2.5, sino que también son efectivos para eliminar aerosoles, bacterias, polen, polvo fino y virus como el COVID.  Nuestros filtros AIR8 cuentan con el mejor CADR (Clean Air Delivery Rate) del mercado, son silenciosos, su consumo de energía es bajo y cubren áreas de hasta 130 m2.  No solo eso, vienen en varios tamaños y capacidades para tus necesidades, se pueden adaptar a cualquier espacio de oficina y se pueden mover de una habitación a otra.

La calidad de nuestros productos está avalada por la marca CE, que es testimonio de nuestro compromiso con las mejores prácticas ambientales y de salud valoradas por la Comisión Europea. También valoramos mucho la larga historia que hay por detrás de nuestra tecnología.  Ha demostrado su eficacia a lo largo de los años en algunos de los entornos más extremos y contaminados del planeta, y ahora está aquí para mantener tu oficina y espacios de trabajo frescos y saludables.